La barraca
- Myosotis Rowan
- 25 feb 2016
- 2 Min. de lectura

"Andaluces de Jaén, aceituneros altivos, decidme en el alma, ¿quién, quién levantó los olivos? No los levantó la nada, ni el dinero, ni el señor, sino la tierra callada, el trabajo y el sudor. Unidos al agua pura y a los planetas unidos, los tres dieron la hermosura de los troncos retorcidos. Levántate, olivo cano, dijeron al pie del viento. Y el olivo alzó una mano poderosa de cimiento. Andaluces de Jaén, aceituneros altivos, decidme en el alma ¿quién quién amamantó los olivos? Vuestra sangre, vuestra vida, no la del explotador que se enriqueció en la herida generosa del sudor. No la del terrateniente que os sepultó en la pobreza, que os pisoteó la frente, que os redujo la cabeza. Árboles que vuestro afán consagró al centro del día eran principio de un pan que sólo el otro comía. ¡Cuántos siglos de aceituna, los pies y las manos presos, sol a sol y luna a luna, pesan sobre vuestros huesos! Andaluces de Jaén, aceituneros altivos, pregunta mi alma: ¿de quién, de quién son estos olivos? Jaén, levántate brava sobre tus piedras lunares, no vayas a ser esclava con todos tus olivares. Dentro de la claridad del aceite y sus aromas, indican tu libertad la libertad de tus lomas." "Aceituneros de Jaén", de Miguel Hernández. Desde el principio de los tiempos se ha cantado al luto del campo y al derecho del agricultor a ser el único dueño de la tierra que trabaja. El gran Blasco Ibañez, no va a ser menos con la tierra que el duele al escribir su "Barraca", una historia que se desangra en tinta negra por mil heridas abiertas gritando a los cuatro vientos la injusticia del feudalismo del siglo XIX y XX (sí,yo eso lo he conocido) de esos trabajadores que, por no haber nacido con buena estrella económica, tienen que trabajar para los señoritos de dinero que son los que poseen las tierras y, sin doblar el espinazo, sin mancharse sus cuidadas uñas de manicura sólo esperan que les caiga el dinero en el regazo a costa del sudor de otros. Pero "La Barraca" va mucho más allá en su ácida crítica a una sociedad donde todo el mundo es "buena gente" por el simple hecho de no matar a nadie. Es una crítica al amigueteo, caiga quien caiga, aunque a nadie le aproveche la desgracia ajena. Un libro que se entenderá tanto mejor cuanto más se haya trabajado en un ambiente laboral complicado, aunque no sea el del campo. Obra maestra, sin duda alguna, que me ha metido el gusanillo en el cuerpo de leer más de este hombre. Conocí la obra de Delibes mucho antes que la de Blasco Ibáñez y sólo tengo que decir que si gusta uno, por fuerza tiene que gustar el otro. Chapeau, maestro. Sinopsis: La barraca del tío Barret se alza triste, ruinosa en medio de la vega valenciana. Los campos que la rodean, descuidados, son morada de toda clase de malas hierbas y bichos ponzoñosos, cual si una maldición hubiera caído sobre ella. Y gran maldición, en efecto, ha caído, puesto que, bajo odio soterrado hacia los burgueses amos de esas tierras, los hortelanos se han prometido que nadie jamás volverá a trabajar en ellas.
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