Madame Bovary

¿Alguna vez os habéis enamorado de un libro? Pero no me refiero a enamorarse de la historia o de los personajes, sino a dejarse seducir por las letras negras, por la forma de escribir, por su sutileza, como si el propio autor os susurrara al oído la descripción de los sentimientos y los paisajes. ¿Alguna vez os habéis dejado llevar por esa seducción de susurrar vosotr@s mism@s las palabras, en voz muy baja, en apenas un susurro, tan sólo por el placer de darles forma con vuestros labios y vuestra lengua? Porque Flaubert consigue todo esto con su pluma. Consigue que el lector se sienta como Madame Bovary, con esa voluptuosidad anhelante que palpita dentro de tod@s nosotr@s. Cuando Flaubert fue llevado a juicio por esta novela, dijo en su defensa que él no había inventado a Madame Bovary, puesto que Madame Bovary era él. Madame Bovary somos todos y todas en diferentes etapas de nuestra vida. Madame Bovary está latente, cuando de repente, un día, miramos alrededor y nos damos cuenta que necesitamos salir de la monotonía de nuestras vidas, gritar, saltar, hacer algo que nos haga sentir vivos. Se ha tachado al personaje como de una mujer sin horizontes, sin pretensión alguna, sin ansias por cultivar su espíritu. Se la ha tratado de frívola, de deshonesta y de atolondrada. Pero para mí, dejando de lado la moralidad del personaje en cuanto a las continuas traiciones a su marido, para mí, digo, es ese anhelo encerrado y controlado en el interior del alma humana, que, de vez en cuando ruge por querer salir, por ser libre. Madame Bovary hemos sido todos y todas en algún momento de nuestra vida y lo continuaremos siendo. Madame Bovary es la desazón descontrolada, que conseguimos, más o menos casi todos, lograr controlar por largos periodos. Una novela deliciosa, que, a pesar del arrepentimiento de Flaubert por haberla creado, es el deleite de todos cuantos osen asomarse a sus páginas. Sinopsis: El señor Bovary, tras quedarse viudo de su primera esposa, se enamora perdidamente de la hija de uno de sus pacientes. La joven, imbuída por sus lecturas de novelas amorosas, acepta enseguida la propuesta de matrimonio, pero poco tiempo después de casada, se da cuenta que nada es como en los libros. Atrapada en un matrimonio que no le aporta nada, aburrido hasta las lágrimas, no duda en caer en brazos de la pasión y entregarse a ella en cuerpo y alma.