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Es peligroso asomarse al exterior

  • Foto del escritor: Myosotis Rowan
    Myosotis Rowan
  • 16 may 2016
  • 2 Min. de lectura

Si bien no me ha gustado para nada el final del último acto con bofetadas y la aseveración final que lo que empieza a golpes termina a caricias, porque me parece una apología al maltrato, el resto de la obra sí que me ha parecido interesante, entretenida y graciosísima. Me he vuelto fan de Jardiel. Hay que leerlo sobre todo cuando se está bajo de ánimos porque unas risas, a veces, no vienen nada mal, aunque en ese momento sean medias sonrisas. Sinopsis: Fue en esta ocasión, al componer "Es peligroso asomarse al exterior", cuadno, por primera vez, desarrollando la idea de una obra escénica, centralicé y unifiqué todos mis esuerzos de autor al servicio exclusivo de un problema psicológico. Problema psicológico en cuanto a que al trama y el conflicto de toda la comedia nacían, se desarrollaban y se disolvían merced a las posturas sentimentales de los personajes; a sus pasiones, a sus reacciones y a sus decisiones ante los hechos; pero no porque "Es peligroso asomarse al exterior" tuviera el menor punto de contacto con las "comedias psicológicas" típicas que corrientemente se representan en España, pues nada hay tanto que me repugne- por su falsedad, su bastedad, su vulgaridad, su pedestre fondo y su chirle envoltura- que esa clase de comedias, en las que, pretediendo analizar el corazón y los impulsos espirituales de unos personajes dados, el autor se limita a repetir los mismos lugares comunes que otros anteriores a él pusieron en marcha, sin el menor atisbo de aportación personal, sin un ángulo nuevo, sin un escorzo, sin una mínima sagacidad de observación, y sin que, ni por fortuita casualidad siquiera, a lo largo de la comedia se cale hondo en un orden de ideas, en un estado de ánimo, en un tipo, en una situación o en un acontecimiento. Por el contrario, justamente mi propósito es señalarle una nueva pauta a esa clase de comedias, remozarlas, variarles el rumbo y, a ser posible- en el caso poco probable de que ellos fueran capaces de comprender-, hacerles ver a sus autores habituales que la rosa de los vientos de la creación artística no tiene cuatro puntos cardinales, sino treinta y dos, como la náutica, y que aún esos treinta y dos puntos cardinales engendran millares de puntos matemáticos, a su derecha y a su izquierda, en el cuadrante del arte. Enrique Jardiel Poncela.


 
 
 

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