La inocencia castigada
- Myosotis Rowan
- 16 may 2016
- 2 Min. de lectura

Ayer, Aitana González me mandó un artículo titulado "23 problemas a los que nos enfrentamos los que estamos locos por los libros". El punto número 8 decía "Tenemos perfectamente claro cuál sería nuestra pareja ideal, nuestra mejor amiga y nuestro archienemigo... de entre los personajes de novelas que hemos leído". Y yo me quedé pensando y no recuerdo haber tenido un archienemigo de todas las páginas que he leído, quizás por ser tantas (aunque muchas menos de lo que deseara), pues hasta los malvados tienen su aquél y sin ellos, las historias, reconozcámoslo, no existirían. Sin embargo, habiendo terminado de leer "La inocencia castigada" he encontrado no sólo un archienemigo, sino tres. Y me han llenado de tanta indignación, que son de esos personajes que no se olvidarán ya jamás. La inocencia castigada es un relato horrible, espantoso y cruel que empieza como podría empezar cualquier novela de enredos amorosos hasta que, poco a poco, se va convirtiendo en una auténtica pesadilla. Quizás, de su tiempo, ésta haya sido una de las novelas más originales que se hayan escrito sin caer en la risa fácil ni en la ridiculez. Y, sin embargo, teniendo en cuenta que los escritores casi siempre se basan en algo real, si este relato se basó en un episodio de la vida real de la época, aunque tan sólo hubiera sido la mitad de lo que se describe aquí, ya es para desear, de haber nacido en esa época, tomar el camino de la iglesia antes que quedar a la merced de un hombre. La puntuación mala viene dada por la figura del musulmán, rodeada de esos prejuicios de la época. Por lo demás, increíble y terrorífica. Sinopsis: La historia se desarrolla en su mayor parte, en Sevilla, donde Inés, joven hermosísima es desposada con don Alonso, escapando así del encierro y el despotismo al que la tenían sometida su hermano y su cuñada. Con la nueva libertad que le da su marido, Inés comienza a acudir a bailes y teatros, siendo presentada por fin en sociedad. Pero la mala fortuna hará que sobre ella se posen los codiciosos ojos de don Diego, joven disoluto, que no escatimará esfuerzos por hacerla suya.