Vidas paralelas III

De Plutarco se ha dicho que no es un verdadero historiador. He aprendido más con él, que en todos los años de colegio (de los que, por cierto, no recuerdo prácticamente nada de lo que aprendí, lo cual me lleva a pensar, que sí, son necesarios para inculcar el amor al estudio, pero que no están adecuados para recordar lo que tratan de meternos en nuestras inmaduras cabecitas). Pero sobre todo, Plutarco me ha enseñado a mirar mi vida, a juzgarla. Eso es lo terrible y lo hermoso de su obra. Y no sólo eso, el buen amigo (sobrenombre dado a Plutarco) es también un bálsamo para los remordimientos, al ser compasivo con los errores y enseñar que somos humanos y los cometemos.

Terminé anoche de leer sus "Vidas paralelas" y, si he de ser sincera, tenía ganas de terminar, porque han sido tres tomos de no menos de 600 páginas. El último, ha sido de 763, para ser exactos. Lo he terminado justo horas antes de acabar este 2016. Y sí, ha sido una lectura ardua, pero ¡cómo lo estoy echando ya de menos! Y sí, me diréis, pues vuelve a leerlo, están ahí. Pero no es eso. No es volver a leerlos, ahora mismo se me haría un mundo, mas me falta. Ha sido un compañero de viaje y trabajo (me lo llevaba para pasar mis horas muertas esperando mi turno de trabajo y los minutos larguísimos y eternos de espera del tren) maravilloso. Un compañero ideal, sabio, atento y de exquisitas palabras y descripciones.

Me hubiera encantado tenerlo como profesor, haber conocido a este hombre en vida y haber sido su discípula. Soy plutarquiana.

Sinopsis:

"Las vidas paralelas" de Plutarco son una galería de grandes hombres, de los que el lector puede muy bien aprender normas de conducta moral. De los "buenos", por su ejemplo, y de los "malos" por los resultados alcanzados. En las vidas, Plutarco no ha renunciado, todo lo contrario, a su vocación de maestro, y , esencialmente, de maestro moral. El héroe plutarquiano (del que ha aprendido, y no poco, el gran creador de héroes que es Shakespeare) se yergue ante nuestros ojos con sus rasgos, su decisión, su voluntad, su ambición, y puede, con su ejemplo, sernos de enorme utilidad para nuestro propio progreso moral.