Invierno

Hay autores que son una garantía de calidad y Hermann Hesse es uno de ellos. Para mí leer a Hesse es algo más que leer, es sentir cómo el escritor habla al alma, cómo llega a tocarla con esa sencillez y sensibilidad que le caracterizan. Es retraerse a esos sentimientos puros y sencillos del despertar de la infancia, cuando se veían las cosas con otros ojos, más cándidos, más limpios. Porque eso es lo que ofrece Hermann Hesse dentro de toda la crudeza de la vida: candidez, limpieza y esperanza. "Invierno" no podía ser distinto. En él se encuentran los paisajes blancos de cuentos de hadas y el lector puede evocar esa nieve brillante, cristalina, como azúcar glas sobre las montañas, cubriendo el suelo y las copas de los abetos. Y es que, para mí, "Invierno" tiene doble encanto: por un lado esa maravillosa relación entre Dios, ese Dios tan especial cuya imagen y características comparto con Hesse, sino también el propio tema del que trata, puesto que mi descubrimiento de la nieve en todo su esplendor sólo pudo ser posible hace un par de años o tres, en Allgäu, Alemania. Así que este viaje, no sólo me ha retraído a unos paisajes que me enamoraron, sino que, como siempre, sus pensamientos y su forma de escribir han vuelto a llenarme de paz y sosiego. Sinopsis: "No hay nada en el mundo tan invisible, tan noble y tan hermoso como el sol reflejando sus rayos en la cima de una montaña en invierno. La nieve y el hielo y la piedra devuelven ese reflejo, jugando con la luz y el calor voluptuosamente en el indescriptible y transparente aire invernal- una luz, unos delicados rayos y una aire tierno y seco propios de las tierras bajas que en los días brillantes consigue hacer perder la noción de todo". La belleza del cristalino invierno inspiró a Hermann Hesse para escribir esta obra de poesía y reflexiones.